viernes, 25 de febrero de 2011

TRABAJO ALEJANDRO MAGNO RENOVADO¡¡¡¡

Dirección URL: http://es.wikipedia.org/wiki/Alejandro_Magno  
Autor u organización responsable: Jimy Wales de Wikipedia
Fecha de actualización: 24 de febrero de 2011 a las 15:45
Fecha de consulta: 25 de febrero de 2011 a las 12:36
Tema tratado: Alejandro Magno
Síntesis de las ideas:


Introducción

Alejandro VI de Macedonia, más conocido como Alejandro Magno fue el rey de Macedonia desde 336 a. C. hasta su muerte. Hijo y sucesor de Filipo II de Macedonia. Filipo le había preparado para reinar, proporcionándole una experiencia militar y encomendando a Aristóteles su formación intelectual. Continuando así la empresa que su padre había iniciado poco antes de morir: una guerra de venganza de los griegos -bajo el liderazgo de Macedonia- contra los persas.

Ideas principales

Alejandro Magno dedicó los primeros años de su reinado a imponer su autoridad sobre los pueblos sometidos a Macedonia, que habían aprovechado la muerte de Filipo para rebelarse. Y enseguida -en el 334- lanzó a su ejército contra el poderoso y extenso Imperio Persa

En su reinado de 13 años, cambió por completo la estructura política y cultural de la zona al conquistar el Imperio Aqueménida y dar inicio a una época de extraordinario progreso e intercambio cultural, en la que lo griego se expandió por los ámbitos mediterráneo y próximoriental. Es el llamado Período Helenístico (323-30 a. C.) Tanto es así, que sus hazañas le han convertido en un mito y, en algunos momentos, en casi una figura divina, posiblemente por la profunda religiosidad que manifestó a lo largo de su vida.

Tras consolidar la frontera de los Balcanes y la hegemonía macedonia sobre las ciudades-estado de la antigua Grecia, poniendo fin a la rebelión que se produjo tras la muerte de su padre, Alejandro cruzó el Helesponto hacia Asia Menor (334 a. C.) y comenzó la conquista del Imperio Persa, regido por Darío III. Victorioso en las batallas

de Gránico (334), Issos (333),Gaugamela (331) y de la Puerta Persa (330), se hizo con un dominio que se extendía por la Hélade, Egipto, Anatolia, Oriente Próximo y Asia Central hasta los ríos Indo y Oxus. Habiendo avanzado hasta la India, donde derrotó al rey Poro en la batalla del Hidaspes (326), la negativa de sus tropas a continuar hacia Oriente le obligó a retornar a Babilonia, donde falleció sin completar sus planes de conquista de la península arábiga. Con la llamada "política de fusión", Alejandro promovió la integración de los pueblos sometidos a la dominación macedonia promoviendo su incorporación al ejército y favoreciendo los matrimonios mixtos.
 Él mismo se casó con dos mujeres persas de noble cuna.


El conquistador macedonio falleció en circunstancias oscuras, dejando un imperio sin consolidar. El control sobre diversas regiones era débil en el mejor de los casos, y había partes del norte de Asia Menor que jamás se hallaron bajo dominio macedonio. Al morir sin nombrar claramente un heredero, le sucedió su medio hermano Filipo III Arrideo (323-17), que era deficiente, y su hijo póstumo Alejandro IV (323-09). Meros figurones, el verdadero poder estuvo en manos de sus generales, los llamados diádocos (sucesores), que iniciaron una lucha despiadada por la supremacía que conduciría al reparto del imperio de Alejandro y su fraccionamiento en una serie de reinos, entre los cuales acabarían imponiéndose el Egipto Ptolemaico, el Imperio Seléucida y la Macedonia antigónida.

Nacimiento e infancia

Hijo de Filipo II, rey de Macedonia, y de Olimpia, hija de Neoptólemo I de Epiro, Alejandro tenía el hábito de inclinar ligeramente la cabeza sobre el hombro derecho, era físicamente de hermosa presencia, de baja estatura con cutis blanco, cabello ondulado de color castaño claro y ojos heterócromos (uno marrón —el izquierdo— y otro gris), que no se sabe si eran así de nacimiento o como consecuencia de un traumatismo craneal.
Su educación fue inicialmente dirigida por Leónidas, un austero y estricto maestro macedonio que daba clases a los hijos de la más alta nobleza que lo inició en la ejercitación corporal pero también se encargó de su educación. Lisímaco, un profesor de letras bastante más amable y que se ganó el cariño del Magno llamándole Aquiles y a su padre, Peleo. Sin embargo, a los 13 años fue puesto bajo la tutela de Aristóteles, que sería su maestro en un retiro de la ciudad macedonia de Mieza y le daría lecciones sobre política, elocuencia y la historia natural. Sabía de memoria los poemas homéricos y todas las noches colocaba la Ilíada debajo de su cama. También leyó con avidez a Heródoto y a Píndaro.

Muy pronto (340 a. C.) su padre lo asoció a tareas del gobierno regente, a pesar de su juventud. En el 338 a. C. dirigió la caballería macedónica en la batalla de Queronea, siendo nombrado gobernador de Tracia ese mismo año. Desde pequeño, Alejandro demostró las características más destacadas de su personalidad: activo, enérgico, sensible y ambicioso. Es por eso que, a pesar de tener apenas 16 años, se vio obligado a repeler una insurrección armada. Se afirma que Aristóteles le aconsejó esperar para participar en batallas, pero Alejandro le respondió: «Si espero perderé la audacia de la juventud.

Se cuentan numerosas anécdotas de su niñez, siendo la más referida aquella que narra Plutarco: Filipo II había comprado un gran caballo al que nadie conseguía montar ni domar. Alejandro, aun siendo un niño, se dio cuenta de que el caballo se asustaba de su propia sombra y lo montó dirigiendo su vista hacia el Sol. Tras domar a Bucéfalo, su caballo, su padre le dijo: «Búscate otro reino, hijo, pues Macedonia no es lo suficientemente grande para ti». Así fue, pues a los 20 años Alejandro comenzó la expedición de conquista del Imperio Persa.

Un nuevo matrimonio de su padre, que podría llegar a poner en peligro su derecho al trono ,hizo que Alejandro se enemistara con Filipo. Es famosa la anécdota de cómo, en la celebración de la boda, el nuevo suegro de Filipo rogó porque el matrimonio diera un heredero legítimo al rey, en alusión a que la madre de Alejandro era una princesa de Epiro y que la nueva esposa de Filipo, siendo macedonia, daría a luz a un heredero totalmente macedonio y no mitad macedonio y mitad epirota como Alejandro, con lo cual sería posible que se relegara a este último de la sucesión. Alejandro se enfureció y le lanzó una copa, espetándole: «Y yo ¿qué soy? ¿un bastardo?» Cuando Filipo, borracho, se acercó a poner orden, Alejandro se burló diciendo «Quiere cruzar Asia, pero ni siquiera es capaz de pasar de un lecho a otro sin caerse.» La historia le valió la ira de su padre, por lo que Alejandro tuvo que irse a Epiro junto con su madre. Filipo terminaría por perdonarle.


Ascenso al poder

Alejandro tomaría las riendas de Macedonia a la edad de 20 años como resultado de una conspiración que es atribuida generalmente a una historia amorosa de Filipo pero que se sospecha pudo ser planeada por Olimpia o por los persas.

 Alejandro se encontró con que debía gobernar un país radicalmente distinto de aquel que heredó Filipo II veintitrés años antes, ya que Macedonia había pasado de ser un reino fronterizo pobre y desdeñado por los griegos a un territorio que tras el reinado de Filipo se consideraba como parte de la Hélade y un poderoso estado militar de fronteras consolidadas con un ejército experimentado, que dominaba indirectamente a Grecia a través de la Liga de Corinto.

 La muerte del gran Filipo supuso que algunas polis griegas sometidas por él se alzasen en armas contra Alejandro ante la aparente debilidad de la monarquía macedonia. No obstante, Alejandro demostró rápidamente su destreza militar atravesando Tesalia para someterla nuevamente y acto seguido venció a los griegos tomando y destruyendo Tebas, y obligando a Atenas a reconocer su supremacía haciéndose nombrar Hegemon, título que ya había ostentado su padre y que lo situaba como gobernante de toda Grecia consolidando así la hegemonía macedónica, tras lo cual Alejandro se dispuso a cumplir su siguiente proyecto, y lo consiguió: conquistar el Imperio Persa.

 Su Ejercito


El ejército macedonio bajo Filipo II y Alejandro Magno consistía de diferentes cuerpos que se complementaban entre sí: caballería pesada y caballería ligera; infantería pesada e infantería ligera.


La caballería pesada la constituían los compañeros formados en escuadrones de 256 jinetes con casco beocio, coraza de bronce, equipados con lanza de 3,80 m y una espada. Los compañeros formaban la unidad de élite de caballería aristocrática macedonia, siendo el principal elemento ofensivo de Alejandro. En batalla, los compañeros se formaban a la derecha de los hypspistas: los 9 escuadrones en el orden del día con el escuadrón real de 300 jinetes tomando el lugar de honor en la línea bajo el mando de Clito, cuyo deber era el de proteger al rey en batalla; a su izquierda se formaban los otros compañeros en 8 escuadrones de 256 compañeros, subdivididos en 4 unidades de 64 jinetes bajo el mando de Filotas. La infantería macedonia actuaba de «yunque», mientras que la caballería era el «martillo» que azotaba al enemigo.


Frente a los compañeros se formaban los arqueros y agrianos y protegiendo su flanco derecho los prodromoi y demás caballería ligera.
La caballería aliada tesaliana servía también como caballería pesada, armados y equipados como los compañeros, presuntamente la mejor caballería de toda Grecia y cuya misión era proteger el flanco izquierdo de la falange macedonia. El escuadrón de Farsalia le servía de guardia a Parmenio. Al principio de la campaña había 1.800 jinetes tesalios.


Éstos a su vez eran suplementados por el resto de la caballería pesada griega. Este contingente aliado era parte de la fuerza con que contribuyó la Liga Helénica al ejército macedonio y que además servían de rehenes para el buen comportamiento de sus respectivas ciudades.
La caballería ligera consistía de los prodromoi o exploradores con casco beocio y sin más armadura, cuyo deber era el de reconocer el territorio enemigo que el ejército atravesaría, y en batalla se formaban a la derecha de los compañeros. Usaban la sarissa o pica de los falangistas, pero podían ser rearmados con jabalinas para reconocimiento y exploración.
Los prodromoi a su vez eran suplementados por la caballería tracia, odrisios y paionios en su mayoría, armados y equipados con casco tracio o, en el caso de los paionios, con casco ático sin más armadura y blandiendo lanza y espada.
Su ejército se componía de treinta mil hombres de infantería y cinco mil de caballería, según los que dicen menos. Los que más, le dan hasta treinta y cuatro mil infantes y cuatro mil caballos.


Su vida personal


Generalmente se considera que el mayor objeto de los afectos de Alejandro fue su compañero, comandante de caballería y posible amante,Hefestión, al que probablemente se hallaba unido desde la niñez, dado que ambos se educaron en la corte de Pella. Hefestión hace su aparición en la Historia en el momento en que el conquistador alcanza Troya. Allí ambos amigos realizaron sacrificios en los altares de los héroes de la Ilíada, Alejandro honrando a Aquiles y Hefestión a Patroclo, lo que es indicativo de cómo concebían su relación


Para agudizar su apetito por las mujeres el rey Filipo , junto a su madre Olimpia, trajo a una costosa cortesana llamada Kallixeina. Pero no todos los antiguos pensaban igual. Eumenes (370-265) afirmaba que Alejandro «no se sentía a gusto con el sexo».


Posteriormente, a lo largo de su vida, Alejandro se casó con varias princesas de los anteriores territorios persas: Roxana de Bactriana,Estateira, hija de Darío III, y Parysatis, hija de Oco. Alejandro fue padre de al menos dos niños: Heracles, nacido en el 327 a. C. de su concubina Barsine, hija del sátrapa Artabazo II de Frigia Helespóntica, y Alejandro IV de Macedonia, de Roxana, en el 323 a. C.
Curcio mantiene que Alejandro también tomó como amante a «Bagoas, un eunuco de excepcional belleza y en la flor de su juventud, con el cual Darío había intimado y con el cual Alejandro luego intimaría»53 (en la antigüedad los eunucos solían ser emasculados sólo de las gónadas). Eumenes escribe que, antes de aventurarse aún más al Este, Alejandro instaló a Bagoas en una villa en las afueras de Babilonia y requirió a todos sus oficiales y cortesanos a rendirle honores El favor de Alejandro por Bagoas es también obvio con el subsiguiente nombramiento de éste como uno de los trierarcas, quienes eran hombres de carácter que supervisaban y financiaban la construcción de barcos para el viaje de regreso a la patria. Su relación parece haber sido bien conocida entre sus tropas, ya que Plutarco relata un episodio (también mencionado por Athenaios y Dicaearco) durante unos festejos cuando regresaban de la India, en los cuales sus hombres clamaban a Alejandro que besase abiertamente a Bagoas, accediendo a esta solicitud. Cualquiera que fuese su relación con Bagoas, no fue impedimento para que éste tuviese relaciones con su reina: seis meses después de la muerte de Alejandro, Roxana dio a luz a su hijo y heredero Alejandro IV. Además de Bagoas, Curcio menciona otro amante de Alejandro, Euxenippos, «cuya joven belleza lo llenaba de entusiasmo».


La cuestión de si Alejandro fue homosexual, bisexual o incluso transformista (durante las fiestas ocasionalmente se vestía con el vestido plateado de Atenea), tomando para ello su significado moderno, es controvertida.


Recientemente, muchos griegos han expresado indignación ante tales sugerencias en relación con su héroe nacional. Ellos argumentan que los relatos históricos que describen las relaciones sexuales de Alejandro con Hefestión y Bagoas fueron escritos siglos después de los hechos, y que de ese modo nunca puede establecerse cuál fue la relación «real» con sus acompañantes masculinos. Otros argumentan que lo mismo puede ser dicho respecto de toda la información disponible acerca de Alejandro Magno.




Tales debates, de todos modos, son considerados anacronismos por los eruditos en ese período, quienes señalan que el concepto dehomosexualidad no existía en la Antigüedad: la atracción sexual entre hombres era vista como normal y parte universal de la naturaleza humana, ya que el hombre era atraído hacia la belleza, que era un atributo de la juventud, independientemente del sexo. Si la vida amorosa de Alejandro fue transgresora lo fue no por su amor hacia jóvenes bellos, sino por su relación con hombres de su propia edad en un tiempo en el que el modelo estándar del amor masculino era el que relacionaba hombres mayores con otros mucho más jóvenes.

Su Muerte

El 13 de junio del 323 a. C. (10, según otros autores), Alejandro murió en el palacio de Nabucodonosor II de Babilonia. Le faltaba poco más de un mes para cumplir los 33. Existen varias teorías sobre la causa de su muerte, que incluyen envenenamiento por parte de los hijos de Antípatro (Casandro y Yolas, siendo éste último copero de Alejandro) u otros, enfermedad (se sugiere que pudo ser la fiebre del Nilo), o una recaída de la malaria que contrajo en el 336 a. C.


En la actualidad


Principalmente en Asia, Alejandro Magno es adjetivado Dhul-Qarnayn porque se hacía representar como el dios Zeus-Amón, llevando una diadema con dos cuernos de carnero (el animal que representa a Amón), y por los dos largos penachos blancos que salían de su yelmo.

La figura del rey macedonio se prestó desde la Antigüedad a todo tipo de fantasías legendarias. Así, una leyenda neogriega recogida por Nikolaos Politis presenta a Alejandro obsesionado por la inmortalidad (como Gilgamesh) y emprendiendo en vano la búsqueda del agua sagrada que podría proporcionársela.

Los zoroastristas lo recuerdan en el Arda Viraf como al «maldito Alejandro», responsable de la destrucción del Imperio persa y el incendio de su fastuosa capital, Persépolis.
Entre las culturas orientales se le conoce como Eskandar-e Maqduni (‘Alejandro de Macedonia’) en persa, Dhul-Qarnayn (‘el de los dos cuernos’) en las tradiciones del Medio Orienteen árabe, Sikandar-e-azam en urdu e hindi, Skandar en pashto, Alexander Mokdon en hebreo, y Tre-Qarnayia (‘el de los dos cuernos’) en arameo, debido a una imagen empleada en monedas acuñadas durante su reinado en las que aparece con los cuernos de carnero del dios egipcio Amón. Sikandar, su nombre en urdu e hindi, también se utiliza como sinónimo de ‘experto’ o ‘extremadamente hábil’.

 En la literatura

De 1969 a 1981 Mary Renault escribió una trilogía de ficción histórica sobre Alejandro: Fuego en el paraíso (sobre su niñez y adolescencia), El muchacho persa (la campaña de Asia a partir de la conquista de Persia, narrada desde el punto de vista del eunucoBagoas), y Juegos funerarios (sobre las luchas de los diádocos). Alejandro también aparece brevemente en la novela La máscara de Apolo, y se alude directamente a él en El último vino, e indirectamente en The Praise Singer. Además de estas obras de ficción, Renault también escribió una biografía histórica, The Nature of Alexander (traducida al castellano simplemente como Alejandro Magno).
El polémico escritor francés Roger Peyrefitte escribió una trilogía sobre Alejandro que es considerada una obra maestra de erudición: La Jeunesse d'Alexandre (1977), Les Conquêtes d'Alexandre (1979) y Alexandre le Grand (1981).
Una tercera trilogía fue escrita por el italiano Valerio Massimo Manfredi en 1998: El hijo del sueño, Las arenas de Amón y El confín del mundo.
La novela Alejandro Magno, de Gisbert Haefs.
El libro de ficción Alejandro Magno y las águilas de Roma, de Javier Negrete, publicado recientemente en España.

En el cine


La figura de Alejandro III ha inspirado a numerosos cineastas:
Sikander (1941), dirigida por Sohrab Modi, narra la campaña en la India, y en especial, la batalla del Hidaspes.
Alejandro el Grande (1956), dirigida por Robert Rossen. El rey macedonio es interpretado por Richard Burton.
Sikandar-e-Azam (1965), dirigida por Kedar Kapoor, con Dara Singh en el papel de Alejandro.
Alejandro Magno (2004), dirigida por Oliver Stone. El conquistador es interpretado por Colin Farrell.

Opiniones

Flavio Arriano:
Cualquiera que hable mal de Alejandro, que lo haga contando no sólo las cosas censurables que Alejandro hizo, sino que junte todo lo que Alejandro llevó a cabo, y vea así el conjunto. Que considere ese tal quién es él mismo y cuál es su suerte, y frente a eso, que calcule quién llegó a ser Alejandro y hasta qué grado de humana felicidad llegó... Que hable mal ese tal de Alejandro, él que será un personajillo insignificante que se ocupa en pequeñeces y es incapaz incluso de poner orden en ellas.
Flavio Arriano, Anábasis de Alejandro Magno, libro VII, 30
Mary Renault:
Los (historiadores) modernos que lo han acusado de «una desagradable preocupación por su propia gloria» piensan en función de otra época. Hasta ese momento y de ahí en adelante, los más altos niveles de la literatura griega están impregnados del axioma según el cual ser digno de fama es la más honrosa de las aspiraciones, el incentivo de los mejores hombres para alcanzar las más altas cotas. Sócrates, Platón y Aristóteles lo aceptaron. Este ethos duró más que Grecia y Roma. La última palabra de la única épica inglesa es lofgeornost: ‘de lo más deseoso de fama’. Cierra el lamento de los guerreros ante el difunto Beowulf.
Mary Renault, Alejandro Magno, cap. «Troya».
Hermann Bengston:
Si alguien tiene derecho a ser juzgado de acuerdo con las normas de su propio tiempo, este alguien es Alejandro.
Hermann Bengston, The Greeks and the Persians, citado por Mary Renault como introducción de la novela El muchacho persa.
Robin Lane Fox:
Los historiadores, que no ven bien las guerras sin justificación ni las matanzas, ahora consideran a Alejandro excepcionalmente salvaje y cada vez más propenso a matar. Sus más viejos contemporáneos recuerdan a Hitler o Stalin (...) Hay historiadores modernos que, detestando el «imperialismo», intentan barrer estos movimientos considerándolos «pragmáticos» o muy limitados. Creo que sus prejuicios modernos les conducen a mal puerto, como les ocurre a muchos otros. Alejandro nació rey — no derrocó una constitución, como Hitler. No tenía ni idea de qué era la limpieza étnica o racial. Quería incluir a los pueblos conquistados en su nuevo reino, el de Alejandro, mientras sus súbditos, por supuesto, pagaban tributos y no podían rebelarse.
Robin Lane Fox en una entrevista para la página archeology.org y publicada en la Archeology Magazine.
Victor Davis Hanson:
A demasiados estudiosos les gusta comparar a Alejandro con Aníbal o Napoleón. Un equivalente mucho mejor sería Hitler (...) ambos eran místicos chiflados, concentrados únicamente en el botín y el saqueo bajo la apariencia de llevar la 'cultura' aOriente y 'liberar' a los pueblos oprimidos de un imperio corrupto. Ambos eran amables con los animales, mostraban deferencia a las mujeres, hablaban constantemente de su propio destino y divinidad, y podían ser especialmente corteses con subordinados aunque estuvieran planeando la destrucción de cientos de miles de personas, y asesinaron a sus colaboradores más íntimos.
Victor Davis Hanson, The Wars of the Ancient Greeks and their Invention of Western Military Culture, Londres, Cassell, 1999, pp. 189-190.
Nicholas G. L. Hammond:
Hemos mencionado muchas facetas de la personalidad de Alejandro: sus profundos afectos, sus fuertes emociones, su valor sin límite, la brillantez y rapidez de su pensamiento, su curiosidad intelectual, su amor por la gloria, su espíritu competitivo, la aceptación de cualquier reto, su generosidad y su compasión; y, por otro lado, su ambición desmesurada, su despiadada fuerza de voluntad: sus deseos, pasiones y emociones sin freno (...) en suma, tenía muchas de las cualidades del buen salvaje.
N. G. L. Hammond, Alejandro Magno. Rey, general y estadista, Madrid, Alianza, 1992, p. 378.
Paul Cartledge:
¿O no fue ninguno de estos [posibles Alejandros recreados por los sabios], o tenía algo de todos, o algunos, de ellos? (...) Mi Alejandro es una suerte de contradicción: un pragmatista con una veta de falsedad, pero también un entusiasta con una veta de romanticismo apasionado.
Paul Cartledge, Alexander The Great. The Hunt for a New Past, Londres, Macmillian, 2004, pp. 193 y 197.

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Conclusión

Alejandro es el mayor de los iconos culturales de la Antigüedad, ensalzado como el más heroico de los grandes conquistadores, un segundo Aquiles, . Su figura y legado ha estado presente en la historia y la cultura tanto de Occidente como de Oriente a lo largo de más de dos milenios, y ha inspirado a los grandes conquistadores de todos los tiempos, desde Julio César hasta Napoleón Bonaparte.

miércoles, 23 de febrero de 2011

CRIATURAS MITOLÓGICAS EL FÉNIX

ALEJANDRO MAGNO

Alejandro III de Macedonia, más conocido como Alejandro Magno  fue el rey de Macedonia desde 336 a. C. hasta su muerte. Hijo y sucesor de Filipo II de Macedonia. Filipo le había preparado para reinar, proporcionándole una experiencia militar y encomendando a Aristóteles su formación intelectual. Alejandro Magno dedicó los primeros años de su reinado a imponer su autoridad sobre los pueblos sometidos a Macedonia, que habían aprovechado la muerte de Filipo para rebelarse. Y enseguida -en el 334- lanzó a su ejército contra el poderoso y extenso Imperio Persa, continuando así la empresa que su padre había iniciado poco antes de morir: una guerra de venganza de los griegos -bajo el liderazgo de Macedonia- contra los persas.

En su reinado de 13 años, cambió por completo la estructura política y cultural de la zona al conquistar el Imperio Aqueménida y dar inicio a una época de extraordinario progreso e intercambio cultural, en la que lo griego se expandió por los ámbitos mediterráneo y próximoriental. Es el llamado Período Helenístico (323-30 a. C.) Tanto es así, que sus hazañas le han convertido en un mito y, en algunos momentos, en casi una figura divina, posiblemente por la profunda religiosidad que manifestó a lo largo de su vida.

Tras consolidar la frontera de los Balcanes y la hegemonía macedonia sobre las ciudades-estado de la antigua Grecia, poniendo fin a la rebelión que se produjo tras la muerte de su padre, Alejandro cruzó el Helesponto hacia Asia Menor (334 a. C.) y comenzó la conquista del Imperio Persa, regido por Darío III. Victorioso en las batallas de Gránico (334), Issos (333), Gaugamela (331) y de la Puerta Persa (330), se hizo con un dominio que se extendía por la Hélade, Egipto, Anatolia, Oriente Próximo y Asia Central hasta los ríos Indo y Oxus. Habiendo avanzado hasta la India, donde derrotó al rey Poro en la batalla del Hidaspes (326), la negativa de sus tropas a continuar hacia Oriente le obligó a retornar a Babilonia, donde falleció sin completar sus planes de conquista de la península arábiga. Con la llamada "política de fusión", Alejandro promovió la integración de los pueblos sometidos a la dominación macedonia promoviendo su incorporación al ejército y favoreciendo los matrimonios mixtos. Él mismo se casó con dos mujeres persas de noble cuna.

El conquistador macedonio falleció en circunstancias oscuras, dejando un imperio sin consolidar. El control sobre diversas regiones era débil en el mejor de los casos, y había partes del norte de Asia Menor que jamás se hallaron bajo dominio macedonio. Al morir sin nombrar claramente un heredero, le sucedió su medio hermano Filipo III Arrideo (323-17), que era deficiente, y su hijo póstumo Alejandro IV (323-09). Meros figurones, el verdadero poder estuvo en manos de sus generales, los llamados diádocos (sucesores), que iniciaron una lucha despiadada por la supremacía que conduciría al reparto del imperio de Alejandro y su fraccionamiento en una serie de reinos, entre los cuales acabarían imponiéndose el Egipto Ptolemaico, el Imperio Seléucida y la Macedonia antigónida.

Alejandro es el mayor de los iconos culturales de la Antigüedad, ensalzado como el más heroico de los grandes conquistadores, un segundo Aquiles, o vilipendiado como un tirano megalómano que destruyó la estabilidad creada por los persas. Su figura y legado ha estado presente en la historia y la cultura tanto de Occidente como de Oriente a lo largo de más de dos milenios, y ha inspirado a los grandes conquistadores de todos los tiempos, desde Julio César hasta Napoleón Bonaparte.

Enlace de la información http://es.wikipedia.org/wiki/Alejandro_Magno 

Alejandro III de Macedonia, llamado Magno (el Grande), fue venerado por los suyos, por sus enemigos y por los romanos que siglos más tarde estudiaron con asombro sus hazañas.
Alejandro encarna la estética del conquistador total, y una idea: la de la conquista por la conquista, del ir donde nadie ha llegado aún, de ser el primero adelantándose a todos los demás y de ir más lejos que nadie.
Muerto en plena gloria, cuando era el amo del mundo y tenía aún toda la vida por delante, su leyenda creció hasta cubrir sus propias hazañas alimentando un fuego que ha devorado la imaginación de millones de hombres a lo largo de miles de años.
Ésta es su historia. La historia del ciclo de campañas más espectacular de toda la Historia.
La historia del hombre que las llevó a cabo y cuya vida fue aún más asombrosa que su propia obra.


Alejandro, hijo de Filipo II de Macedonia y de Olimpia, nació en Pela, la capital del reino macedonio, el año 356 a.C. El país, situado al norte de la antigua Grecia, no formaba parte del mundo griego propiamente dicho, aunque sí estaba fuertemente influido por las costumbres, la cultura y la lengua griega, por lo que algunos de sus reyes reivindicaron para su pueblo un lugar entre los helenos. Esta aspiración se hizo realidad con la subida al trono de Filipo II (359-336 a. C.), momento a partir del cual Macedonia adoptó el papel de cabeza visible del mundo heleno, dividido por rencillas entre polis y muy debilitado por guerras interminables como la del Peloponeso (431-404 a.C.). Las bases del poder de Filipo fueron el sometimiento de la aristocracia al poder real, la reorganización del ejército, con la creación de la falange, un tipo de infantería pesada armada con largas lanzas y la explotación de las minas de oro de Pangeo.

Mientras tanto el joven Alejandro se preparaba para ser digno sucesor de su padre. En 342 el mismísimo Aristóteles se trasladó al reino para ser preceptor del muchacho, y aunque se esforzó por transmitirle sus grandes conocimientos en los más variados campos del saber, el discípulo se mostró más predispuesto a seguir la carrera militar que la más tranquila de las letras. En 336, tras el asesinato de su padre, Alejandro, sin apenas experiencia, se ve convertido en rey con apenas 20 años de edad.
Nada más comenzar su reinado, debió hacer frente a una rebelión de las ciudades griegas, capitaneadas por Tebas y Atenas, que vieron en la muerte de Filipo la posibilidad de recuperar la libertad perdida en la batalla de Queronea (338 a.C.), cuando su derrota ante el ejército macedonio supuso su sometimiento al vecino «bárbaro» del norte. La campaña fue rápida y cruel, pues Alejandro no dudó en arrasar Tebas y reducir a sus habitantes a la esclavitud, aunque perdonó a Atenas.
Inmediatamente después, en 334, inició la campaña militar por la que será más conocido: la conquista del imperio persa. En esta magna empresa fue ayudado por las ciudades griegas ahora vencidas, quienes veían aquí la oportunidad de devolver a su tradicional enemigo las viejas afrentas recibidas durante las dolorosas guerras médicas (500-479 a.C.).

La campaña en sí tiene poca historia, pues en apenas cuatro años de triunfos ininterrumpidos (victorias de Gránico (334), Isso (333) y Gaugamela (331)), el inmenso imperio persa cambió de manos. En los años siguientes, Alejandro se dedicó a ampliar sus conquistas por la zona oriental, que culminó con la victoria sobre el rey indio Poros en 326.

Hasta su muerte en 323, Alejandro se esforzó por poner las bases de un nuevo orden mundial en el que trató de integrar a pueblos tan diversos y diferentes en lengua, cultura y religión, bajo la égida de Grecia. Su temprana desaparición le impidió culminar su obra, de modo que ni siquiera pudo llegar a designar un sucesor. Sus dominios cayeron en manos de sus generales (los diádocos), iniciándose así una nueva etapa que los historiadores modernos han llamado helenística.

Enlace de la información http://www.anmal.uma.es/anmal/alejandro_magno.htm 

(Alejandro III) Rey de Macedonia (Pella, Macedonia, 356 - Babilonia, 323 a. C.). Sucedió muy joven a su padre, Filipo II, asesinado en el 336 a. C. Éste le había preparado para reinar, proporcionándole una experiencia militar y encomendan su formación intelectual.
Alejandro Magno dedicó los primeros años de su reinado a imponer su autoridad sobre los pueblos sometidos a Macedonia, que habían aprovechado la muerte de Filipo para rebelarse. Y enseguida -en el 334- lanzó a su ejército contra el poderoso y extenso Imperio Persa, continuando así la empresa que su padre había iniciado poco antes de morir: una guerra de venganza de los griegos -bajo el liderazgo de Macedonia- contra los persas.

Con un ejército pequeño (unos 30.000 infantes y 5.000 jinetes), Alejandro Magno se impuso invariablemente sobre sus enemigos, merced a su excelente organización y adiestramiento, así como al valor y al genio estratégico que demostró; las innovaciones militares introducidas por Filipo (como la táctica de la línea oblicua) suministraban ventajas adicionales.

Alejandro recorrió victorioso el Asia Menor (batalla de Gránico, 334), Siria (Issos, 333), Fenicia (asedio de Tiro, 332), Egipto y Mesopotamia (Gaugamela, 331), hasta tomar las capitales persas de Susa (331) y Persépolis (330). Asesinado Darío III, el último emperador Aqueménida, por uno de sus sátrapas (Bessos) para evitar que se rindiera, éste continuó la resistencia contra Alejandro en el Irán oriental.
Una vez conquistada la capital de los persas, Alejandro licenció a las tropas griegas que le habían acompañado durante la campaña y se hizo proclamar emperador ocupando el puesto de los Aqueménidas. Enseguida lanzó nuevas campañas de conquista hacia el este: derrotó y dio muerte a Bessos y sometió Partia, Aria, Drangiana, Aracosia, Bactriana y Sogdiana.

 Dueño del Asia central y del actual Afganistán, se lanzó a conquistar la India (327-325), albergando ya un proyecto de dominación mundial. Aunque incorporó la parte occidental de la India (vasallaje del rey Poros), hubo de renunciar a continuar avanzando hacia el este por el amotinamiento de sus tropas, agotadas por tan larga sucesión de conquistas y batallas.

Con la conquista del Imperio Persa, Alejandro descubrió el grado de civilización de los orientales, a los que antes había tenido por bárbaros. Concibió entonces la idea de unificar a los griegos con los persas en un único imperio en el que convivieran bajo una cultura de síntesis (año 324). Para ello integró un gran contingente de soldados persas en su ejército, organizó en Susa la «boda de Oriente con Occidente» (matrimonio simultáneo de miles de macedonios con mujeres persas) y él mismo se casó con dos princesas orientales: una princesa de Sogdiana y la hija de Darío III.

La reorganización de aquel gran Imperio se inició con la unificación monetaria, que abrió las puertas a la creación de un mercado inmenso; se impulsó el desarrollo comercial con expediciones geográficas como la mandada por Nearcos, cuya flota descendió por el Indo y remontó la costa persa del Índico y del golfo Pérsico hasta la desembocadura del Tigris y el Éufrates. También se construyeron carreteras y canales de riego. La fusión cultural se hizo en torno a la imposición del griego como lengua común (koiné). Y se fundaron unas 70 ciudades nuevas, la mayor parte de ellas con el nombre de Alejandría (la principal en Egipto y otras en Siria, Mesopotamia, Sogdiana, Bactriana, India y Carmania).

La temprana muerte de Alejandro a los 33 años, víctima del paludismo, le impidió consolidar el imperio que había creado y relanzar sus conquistas. El imperio no sobrevivió a la muerte de su creador. Se desencadenaron luchas sucesorias en las que murieron las esposas e hijos de Alejandro, hasta que el imperio quedó repartido entre sus generales (los diádocos): Seleuco, Ptolomeo, Antígono, Lisímaco y Casandro. Los Estados resultantes fueron los llamados reinos helenísticos, que mantuvieron durante los siglos siguientes el ideal de Alejandro de trasladar la cultura griega a Oriente, al tiempo que insensiblemente dejaban penetrar las culturas orientales en el Mediterráneo


La figura de Alejandro Magno quizá sea de las más atractivas de la Historia. En sus treinta y tres años consiguió conquistar el mayor Imperio alcanzado hasta ese momento, llegando a las tierras bañadas por el Indo y dominando la mayor parte del continente asiático. Sus hazañas le han convertido en un mito y, en algunos momentos, en casi una figura divina, posiblemente por la profunda religiosidad que manifestó a lo largo de su vida.

Hijo del rey Filipo II de Macedonia y de la princesa Olimpia, perteneciente a la familia real del Epiro, Alejandro nació en el mes de agosto de 356 a. C. La sucesión al trono macedonio correspondía a un hermanastro llamado Arrideo, hijo de Filipo y una bailarina, pero fue tajantemente rechazado por su deficiencia mental. Esta situación ponía a Alejandro en primera línea sucesoria, por lo que fue educado como un príncipe heredero. Su primer tutor fue Leónidas, pariente de su madre, encargándose de la educación física del muchacho. Lánice sería su institutriz, aficionándole a los poemas de Homero y de Eurípides. El joven pronto manifestó una gran afición a la lectura, especialmente los poemas épicos donde se loaban a los héroes de los que descendía.

Imitar a esos héroes se convertirá en una de las obsesiones de Alejandro. Tanto Leónidas como Lánice estaban vinculados a Olimpia, lo que no era motivo de confianza para Filipo. El rey decidió que su heredero se educara en una auténtica academia, por lo que el príncipe fue enviado a la ciudad de Mieza. Una vez formado, Alejandro fue puesto bajo la tutela de Aristóteles, quien continuó con la educación griega que estaba recibiendo. Corría el año 342 y el joven príncipe contaba con 14 años. Aristóteles impulsó el interés de su discípulo por la geografía, la medicina, la poesía, la zoología, la botánica.

 Entre preceptor y alumno surge una interesante relación que perdurará en el tiempo, influyendo la doctrina del filósofo en la manera de actuar de Alejandro. Paralelamente a esta formación académica, el príncipe continuó con su formación atlética y militar, crucial para los diversos hechos de armas que vivirá más adelante. Durante estos años entablará un estrecho contacto con algunos militares, que se convertirán en auténticos compañeros de batalla. Uno de ellos fue Clito, hermano de Lánice, asesinado por Alejandro tras beber más vino de lo conveniente en una fiesta. Clito manifestó su rechazo a la comparación del príncipe con los dioses, así como exigió para las tropas una pequeña parcela del protagonismo obtenido tras las batallas. Estos comentarios, realizados posiblemente bajo los efluvios del alcohol, provocaron la ira de Alejandro y el asesinato de su gran amigo. Dicen los cronistas que estuvo tres días con sus noches sin beber ni comer, arrepentido de tan repulsivo acto. Será una de las numerosas muestras de la crueldad que surgían ocasionalmente en el mítico Alejandro.

 El mejor amigo de Alejandro sería Hefestión, su mano derecha y un fiel aliado, descubridor de varios complots contrarios a Alejandro, lo que motivaría el fortalecimiento de la amistad. Hefestión fallecería víctima de los abusos de la bebida, rehusando los consejos médicos que le indicaban beber con moderación. La muerte de Hefestión dejó tocado a Alejandro, quien intentó dispensar a su buen amigo honores divinos.

Las relaciones con su padre no parecen muy fluidas, incluso algunos especialistas se refieren a un posible complejo de Edipo para explicar esa tumultuosa relación filial. El matrimonio de Filipo con una joven aristócrata macedonia motivaría el exilio de Olimpia, acompañada poco después por Alejandro. Se especula con la posibilidad de la participación del propio Alejandro en una conspiración contra Filipo. Un año duraba el destierro y, tras ese periodo, se producía la reconciliación entre padre e hijo, lo que motivaba el regreso de Alejandro a la corte y a sus tareas gubernamentales y militares.
A los 16 años participa en su primera campaña militar, luchando contra los tribalos y los ilirios, pueblos asentados en la frontera norte del país, adquiriendo experiencia en los más duros métodos militares. Dos años más tarde comandaba la caballería macedonia que destrozaba a los griegos en la
batalla de Queronea (338 a. C.). Alejandro es considerado el heredero legítimo de la monarquía macedonia, estrechando desde este momento los lazos con su madre, una mujer temperamental y ambiciosa que sólo deseaba ver a su hijo en el trono. Ese carácter ambicioso también será característico de Alejandro, manifestando una compleja personalidad en la que destaca su generosidad, el autocontrol y la impetuosidad, sin menospreciar su testarudez. A medida que transcurran los años, nos encontraremos con un Alejandro desconfiado e incluso cruel en algunos momentos, mostrando el aspecto más "macedonio" de su personalidad.

Para solucionar los problemas provocados por el destierro de Olimpia, Filipo decide casar a su hija Cleopatra con su cuñado, Alejandro el Epirota. Durante la ceremonia Filipo es asesinado a manos de Pausanias, lo que motiva el ascenso de Alejandro al trono en al año 336 a. C. Desconocemos si Olimpia o Alejandro alentaron a los autores del magnicidio. El sucesor era demasiado joven y tuvo que hacer frente a un grupo de cortesanos que no eran partidarios del nuevo rey. Actuó sin condescendencia, eliminando a los especialmente peligrosos como Atalo, tío de la esposa macedonia de Filipo, o su primo Amintas. El papel desempeñado en estos momentos por su madre será crucial, ya que otorgará la necesaria fortaleza al joven rey. El ascenso de Alejandro al trono contó con el inestimable apoyo de los militares que colaboraron con Filipo en sus victoriosas campañas.
Una vez sofocados los problemas sucesorios, Alejandro se dispondrá a fortalecer la frontera norte, donde grupos bárbaros procedentes de Centroeuropa amenazaban la integridad territorial del reino macedonio. A pesar del mayor número de las tropas enemigas, Alejandro acabó con ellos de manera fácil, poniendo de manifiesto su valentía y su capacidad estratégica.
Los griegos habían apreciado en la muerte de Filipo su oportunidad para deshacerse del yugo macedonio. Tebas se erigió como cabeza de la rebelión, aprovechando que el heredero al trono macedonio era un joven e inexperto príncipe. Alejandro se dispuso a hacer frente a los opositores, poniendo en marcha una campaña contra Tebas, arrasando la ciudad, y Atenas. A los 20 años Alejandro ostentaba los cargos que fueron anteriormente de su padre: comandante supremo de la Liga Helénica, comandante en jefe de la Liga de Corinto y presidente de la Liga Tesalia. De esta manera se ponía de manifiesto que el joven rey era el dueño absoluto de Grecia, continuando la política expansionista de su padre, de quien heredó la inteligencia política y la energía. Las tropas estaban dispuestas para la lucha. Las temidas falanges macedonias, constituidas por aguerridos y fieros combatientes en formación compacta, armados con lanzas de casi cinco metros, la poderosa caballería y los contingentes de tropas auxiliares estaban preparados para ponerse a disposición de su rey, que iría al frente de ellas, participando en la batalla como un combatiente más.

El siguiente objetivo del rey macedonio es la conquista de Asia, teniendo en los persas a un enemigo histórico. El proyecto ya estaba en la mente de Filipo, quien había establecido posiciones en los territorios de la Tracia y el norte del mar Egeo, excelentes puntos de partida para futuras expediciones. Alejandro cogió el testigo y convenció a las demás ciudades helénicas de los beneficios de la empresa asiática, dotando la campaña de un significativo panhelenismo. La conquista de los territorios del Imperio Persa solventaría buena parte de los problemas de la población helena, a la vez que se vengarían las afrentas sufridas a manos de los persas en el siglo V a. C. En la primavera de 334 a. C. Alejandro salió de la ciudad de Pella, capital de Macedonia, y durante once años se dedicará a conquistar todas las regiones de Asia, una de las empresas más complicadas de la Historia Antigua.

Antípatro queda como regente de Macedonia, provocando una manifiesta tensión con Olimpia.
El ejército de Alejandro estaba constituido por unos 19.000 infantes y 4.000 jinetes, a los que debemos sumar 7.000 arqueros y 900 unidades de tropas auxiliares. El Imperio Persa contaba con un ejército infinitamente superior; unos 50.000 mercenarios griegos y más de 30.000 soldados procedentes de las levas, junto a la famosa guardia personal del rey, llamados los Diez Mil Inmortales, y las tribus de las montañas. Las provincias imperiales más alejadas estaban controladas por puestos fortificados y los recursos imperiales eran casi ilimitados, producto del ajustado engranaje de la maquinaria política y administrativa persa. A pesar de las contundentes diferencias, Alejandro obtendrá la victoria.
Las tropas helénicas llegaron a
Asia Menor con la confianza de contar con la ayuda de las ciudades griegas ocupadas por los persas desde hacia bastante tiempo. Sin embargo, en estas ciudades se había producido una significativa prosperidad económica, que era amenazaba con la llegada de las tropas de Alejandro. Esta es la razón por la que en ciudades como Mileto o Halicarnaso el monarca helénico se encontró con una encarnecida resistencia hasta su definitivo sometimiento. La primera victoria sobre los persas tuvo lugar en la batalla de Gránico, en el mes de junio de 334. Alejandro obtenía además una importante victoria moral y el apoyo de algunas ciudades griegas de Asia. La campaña no había hecho nada más que empezar.

En abril del año 333 Alejandro llega a la ciudad de Gordion, donde existía una curiosa leyenda. Quien desatara el nudo del yugo del carro de Midas se convertiría en el dueño de Asia. Sacando su espada, Alejandro cortó el nudo. Esta anécdota, quizá falsa, será aprovechada como propaganda de las futuras conquistas a realizar. Desde allí se encaminará hacia el sur, llegando a la ciudad cilicia de Tarso, donde Alejandro cae enfermo tras tomar un baño frío cuando estaba agobiado por el calor.

La siguiente campaña se inició tras el paso de las Puertas Cilicias, que franqueaban el acceso hacia la costa fenicia y Mesopotamia. En noviembre del año 333 tuvo lugar la famosa batalla de Issos. Las tropas persas eran dirigidas personalmente por el rey Darío III Codomano, pero un error táctico y la valentía de los helenos dieron la victoria definitiva a Alejandro. Darío huyó, mientras su familia era capturada. Su madre, Sisigambis, su esposa, Estatira, sus hijas Estatira y Dripetis y un varón llamado Oco caían en manos del rey macedonio, siendo tratadas con especial dedicación, concediéndoles las atenciones propias de su realeza y sus atributos. En Damasco se hizo con el tesoro real persa, aportando una necesaria inyección económica a los escasos fondos con que contaba Alejandro. Darío intento llegar a un pacto con Alejandro, lo que colocaba a ambos mandatarios en una cierta situación de paridad.
Siguiendo una política de acercamiento con los pueblos vencidos, Alejandro mantiene una estrecha relación, aunque no se habla de matrimonio, con la noble persa Barsine, viuda de Memnón e hija de Artabazo.
Plutarco nos la presenta como una bellísima mujer, distinguida y educada en la cultura griega.

 De esta relación nació un hijo llamado Heracles, del que no tenemos mayores noticias.
El monarca macedonio empezaba a ser considerado como una seria amenaza para los persas. Sin embargo, Alejandro decidió dirigir sus pasos hacia Fenicia y Palestina. En Tiro y Gaza encontró una contundente resistencia. La primera ciudad sufrió un asedio de seis meses, mientras que la segunda resistía durante dos meses. Alejandro resultó herido en un hombro y sus tropas tuvieron numerosas bajas, lo que se reflejó en el inmisericorde trato que recibieron los derrotados. Los habitantes de las ciudades que sobrevivieron a la masacre fueron vendidos como esclavos.

Desde Palestina pone Alejandro rumbo a Egipto, campaña en la que apenas encontró resistencia por parte de las guarniciones persas. El macedonio fue recibido en Egipto como un auténtico héroe, ya que les liberaba de la sumisión persa, especialmente odiada por la población local en el plano religioso. El macedonio sacó partido de estas diferencias, ya que adoró a los dioses egipcios y reconstruyó algunos templos que se encontraban en delicada situación. Con estos gestos acabó por ganarse la voluntad del pueblo egipcio, especialmente del clero. Se hizo cargo del gobierno del país, nombrándose faraón y dividiendo el territorio en tres zonas dirigidas por funcionarios egipcios, aunque la fuerza militar que supervisaba la seguridad era macedonia. En el delta del Nilo, Alejandro fundaba la famosa ciudad de Alejandría, la primera que llevaría su nombre.

Una vez dueño de Egipto, el rey macedonio decidió emprender la acción más impactante de su aventura asiática: tomar el corazón del Imperio Persa. Se dirigió hacia el curso alto del Eufrates, donde fundó Niceforio, y llegó hasta el Tigris sin apenas encontrar resistencia. Darío ofreció 10.000 talentos de oro por el rescate de su familia, así como el control de todos los territorios al oeste del Eufrates. Alejandro rechazó esta oferta, lo que provocó tensiones con algunos generales. El rey persa pasó a la ofensiva y organizó un potente ejército con el objetivo de rechazar a tan peligroso y altanero enemigo. Reclutó un amplio número de tropas en la zona oriental de su Imperio y se fue al encuentro de los macedonios. En el mes de octubre del año 331 tuvo lugar la definitiva batalla de Gaugamela. Alejandro atacó el centro de las tropas persas, lo que rompió sus líneas, provocando la huida de Darío y una desbandada generalizada. La nobleza persa veía cómo su rey era vencido por segunda vez consecutiva y decidió prescindir de él. Darío fue asesinado y Alejandro se prestó a un paseo triunfal por el maltrecho imperio.

En Babilonia fue recibido como un libertador y colmado de honores. Desde allí se dirigió a Susa y Persépolis, las capitales imperiales. Persépolis fue incendiada, en un gesto difícil de entender y que fue duramente criticado por Parmenión, uno de sus más importantes generales. La captura del tesoro real permitió a Alejandro la contratación de nuevos mercenarios, dirigiéndose hacia un nuevo objetivo: la ciudad de Ecbatana. Allí licenció a las descontentas tropas griegas de la Liga de Corinto, aunque la expedición conquistadora continuaba.

Las satrapías superiores de Bactriana y Sogdiana serán los siguientes objetivos, ya que hacía allí se habían dirigido los asesinos de Darío. Esta parte de la campaña militar de Alejandro será la más complicada, debido al rigor del clima, los ataques de las tribus montañesas en forma de guerrilla y lo desconocido del terreno. La dureza del avance provocó una sensación de descontento entre las tropas macedonias, aumentando el ambiente contrario al rey, reflejado en las crecientes conjuras contra Alejandro que se empiezan a suceder. Otro de los motivos de la distancia abierta entre el rey y sus tropas será la política de alianzas con la nobleza irania establecida por Alejandro. Dentro de esta política encontramos la boda con una princesa irania llamada Roxana, hija de Oxiartes, con quien tendrá un hijo póstumo llamado también Alejandro. Plutarco nos cuenta que Alejandro se casó profundamente enamorado, aunque no debemos dejar de lado el carácter diplomático del enlace. Con este matrimonio reforzaba la orientalización de su política, lo que aumentó la desconfianza de un amplio sector de militares macedonios.

Los territorios más septentrionales del Imperio Persa eran ocupados en el 328, alcanzando la frontera del río Jaxartes. Desde allí Alejandro decidió descender hasta la India. Para ello reforzó con tropas persas su contingente militar, cada vez más cansado y mermado de sus originales efectivos. Se alió con algunos reyes indios para facilitar la conquista del territorio, aunque no consiguió reducir la dureza de la campaña debido la pertinaz resistencia de los indígenas. Uno de los encuentros más duros tuvo lugar con el rey Poro, una especie de gigante con el que Alejandro se enfrentó en el 326, a orillas del río Hidaspes. La victoria cayó del lado del macedonio y Alejandro pensó en continuar con su expedición conquistadora dirigiéndose hacia el Ganges, una vez superado el Indo y llegado al río Hífasis. Pero las tropas estaban cansadas tras más de ocho años de aventura, por lo que el regreso se convertía en la mejor medicina para todos, excepto para el ambicioso Alejandro. Siguiendo el curso del Hífasis llegaron hasta la ciudad de Patala, luchando duramente con los indígenas y sufriendo la rebelión de los reyezuelos anteriormente sometidos.

Desde Patala se organizó el regreso, dividiéndose el ejército en tres cuerpos, dirigidos por Crátero, Nearco -quien costearía con una flota el territorio hasta el Golfo Pérsico - y Alejandro. En los diferentes territorios conquistados se realizarán continuas fundaciones de ciudades, llamadas Alejandría, que servirían para un estricto control de la zona donde se asentaban.

Arriano hace referencia a continuos escarceos amorosos de Alejandro en estos años, posiblemente motivados por la ausencia de heredero. Quizá sea ésta la causa de la boda con otra Barsine en el año 324, dentro de las multitudinarias bodas de Susa en las que 80 de los militares más destacados casaron con princesas persas. Barsine era la hija mayor de Darío III y fue asesinada por Roxana antes del nacimiento de Alejandro IV. Según Aristobulo, en esta multitudinaria ceremonia también se casó con Parisátide, la hija de Oco.

Los últimos años de Alejandro están caracterizados por las continuas purgas realizadas entre sus estrechos colaboradores, como se pone de manifiesto en el proceso y ejecución de Filotas. Filotas era hijo de Parmenión, dos de los más insignes militares del ejército macedonio. Se convirtió en un estrecho colaborador del rey, despachando en su tienda dos veces al día. Pero la relación entre ambos se fue distanciando y Filotas no informó a su señor de una conjura que tuvo lugar en la ciudad egipcia de Frada. Esta actitud provocó su detención y posterior proceso por traición. Condenado a muerte, fue ejecutado junto a otros personajes acusados de participar y ocultar la conjura. El propio Parmenión también será asesinado. Algunos especialistas intentan explicar estas crueles respuestas de Alejandro basándose en la peculiar situación de su Macedonia natal, donde el poder nobiliario provocaba continuos enfrentamientos con la monarquía, que debían ser sofocados de manera ejemplar. Las revueltas de en el seno de las tropas, víctimas del agotamiento y de la continuada ausencia de sus lejanos hogares, también serán características de estos momentos finales.

Durante la celebración de los Juegos Olímpicos de 324 Alejandro anunció una de sus medidas más controvertidas: el obligatorio regreso a las ciudades griegas de los exiliados. De esta manera conseguía un amplio número de incondicionales, dispuestos a defender la política del rey ante los posibles conatos de rebeldía que se produjeran en las poleis. Sin embargo, el decreto era una auténtica bomba, ya que amenazaba la estabilidad política y económica de toda la Hélade. Alejandro era visto por todas las ciudades griegas como un auténtico tirano, el peor cáncer para Grecia, consiguiendo un amplio número de enemigos que no llegaron a actuar por la temprana muerte del rey. Aquí debemos encontrar las bases para el desarrollo de una auténtica leyenda negra en torno a la figura de Alejandro, presentado desde ese momento como una persona excesivamente aficionada a la bebida, de promiscua ambigüedad sexual, cruel y megalómana.

A punto de cumplir los 33 años, el 30 de junio de 323 a. C., fallecía Alejandro en Babilonia. Arriano apunta a un posible envenenamiento promovido por su anterior maestro, Aristóteles. Engels consideró que murió de malaria, mientras que Schachermeyr plantea la leucemia como la causa de la muerte. Tras de sí Alejandro dejaba una serie de proyectos de expansión, siendo el más importante el control de la península Arábiga, fundamental para lograr el comercio de especias. El inmenso territorio conquistado será dividido a su muerte entre sus generales, abriéndose el periodo conocido como Mundo Helenístico.

jueves, 17 de febrero de 2011

DEBERES DEL LIBRO

Ejercicio 2 página 98

Arístides escribio su nombre en la ostraka para hacer gala de lo que los ciudadanos le llamaban, el justo

miércoles, 16 de febrero de 2011

DEBERES DEL LIBRO

Ejercicio 1 página 89

En la Antigua Grecia, Dokimasia era el nombre utilizado para designar el proceso que se llevaba a cabo en Atenas con el fin de determinar la capacidad de los ciudadanos para el ejercicio de derechos y deberes públicos.
Todos los funcionarios, incluso los miembros de la Boulé, tenían que someterse a un examen antes de ejercer su cargo. El propósito no era dilucidar su capacidad real para el puesto, que se presuponía en todos los candidatos, sino su ascendencia como ciudadanos atenienses, su vida y su carácter, y (en el caso de algunos cargos que participan la administración de grandes sumas), incluso la cuantía de sus bienes.
El examen lo realizaba en público el Arconte en presencia de la Boule, y cualquier persona presente tenía derecho a plantear objeciones. Si esas objeciones se consideraban válidas, el candidato era rechazado, aunque podía apelar la decisión ante un tribunal, que tomaba conocimiento de la cuestión en forma judicial. Por otra parte, si era aceptado, cualquiera que pensase que sus méritos eran insuficientes tenía derecho a iniciar procedimientos judiciales contra él. Si la decisión era desfavorable, perdía su cargo y podía recibir un castigo si se le consideraba responsable de asumir de forma ilegal los derechos de un ciudadano.
Ejemplos
  • Un joven ciudadano que quisiera ser admitido entre los efebos, era examinado en una asamblea de su distrito para averiguar si descendía por ambas ramas de ciudadanos atenienses y si tenía la capacidad física para el servicio militar.
  • Un orador en una reunión pública podría ser llevado ante un tribunal por cualquier ciudadano, porque nadie que no poseyese el pleno derecho de ciudadanía podía arengar legalmente a la población. La cuestión podría ser planteada si el orador era un átimos, uno de los castigados con la atimia.
Ejercicio 2 página 89

La democracia ateniense
Fue imperialista, conoció episodios turbios y excluyó de su seno a mujeres, extranjeros y esclavos. Y, con todo, el régimen democrático de Atenas fue el único sistema político de la Antigüedad que hizo de la mayoría de sus miembros dueños de su propio destino.
Es sabido que el término «democracia», «gobierno del pueblo», es invención de los griegos de la Antigüedad. Desde luego, su sistema no era exactamente el mismo que el de las democracias parlamentarias que se impusieron en Europa desde el siglo XIX, Pero tampoco puede negarse que en Atenas, la ciudad donde el régimen democrático griego alcanzó su máxima expresión, el pueblo tenía una conciencia muy clara de cuáles eran sus derechos e hizo todos los sacrificos necesarios para defenderlos. Aunque se cometieron errores y excesos, la democracia ateniense fue un logro extraordinario que tendría una influencia indudable en la génesis de la democracia moderna.
Las raíces del sistema ateniense se encuentran en las reformas de Solón, en el año 594, por las que se restringuía el poder de la aristocracia, se daban una serie de garantías y prerrogativas a las clases populares y se establecía una legislación escrita igual para todos. Pero sería Clístenes, a finales del mismo siglo VI a.C., quien creara el modelo político que perviviría durante casi tres siglos. Su punto de partida fue una nueva ordenación del pueblo en tribus, un total de diez, establecidas con arreglo a criterios de equilibrio social y no de diferencia de clase. De cada una de las tribus procedían los representantes que figuraban en los diversos órganos de poder de la ciudad: el Consejo o boulé, donde se preparaban las leyes; la pritanía, comisión permanente equivalente de algún modo a los actuales gobiernos; los tribunales…, sin olvidar el ejército: de cada una de las tribus emanaban los diez estrategos encargados de dirigir la milicia ciudadana. La soberanía reposaba en la Asamblea o ekklesía, en la que participaban directamente todos los ciudadanos. Como contrapeso de este poder popular se mantuvo durante décadas un órgano equivalente de algún modo a los actuales senados: los arcontes, procedentes de la vieja aristocracia, y que también componían la suprema instancia judicial de la ciudad: el Areópago.
Este ingenioso sistema, producto de la razón aplicada a la política, se convirtió en un modelo para todo el mundo griego, en las décadas en que Atenas ostentaba una supremacía con la que sólo podía rivalizar Esparta, modelo a su vez de Estado aristocrático. Pericles introdujo nuevas reformas en el régimen de Clístenes, y ni siquiera la derrota militar en la guerra del Peloponeso terminó con él. Serían los soberanos helenísticos los que lo desnaturalizarían hasta convertirlo tan sólo en un recuerdo.


Sistema político espartano
El sistema político espartano, así como el educativo, se atribuyen al mítico Licurgo en el siglo VII a. C. (aunque Plutarco lo sitúa entre el IX y el VIII a. C.). Era éste tío y regente del rey Leonidas de Esparta. Habiendo consultado en Delfos a la Pitia, fue llamado por ésta "dios más que hombre" y recibió un oráculo aprobatorio para la futura constitución de la ciudad, la "Gran Retra", al parecer muy inspirada en la legislación cretense. La Gran Retra fue probablemente no escrita y debió elaborarse a lo largo de las guerras mesenias, que hicieron entrar en crisis a la aristocracia y a la ciudad entera. A fin de garantizar su subsistencia se instituyó la “eunomia” o igualdad de todos ante la ley, con el propósito de eliminar privilegios y descontentos. Pero, a diferencia de Atenas, la eunomia espartana era sinónimo de una enorme disciplina. Todos los miembros de la ciudad hubieron de hacer sacrificios: la corona, la aristocracia y el pueblo. El sistema de Licurgo busca una simbiosis en la que coexisten los diversos sistemas políticos conocidos en el ámbito griego: la monarquía (hay dos reyes), la oligarquía (se establece una “gerusía” o consejo de ancianos), la tiranía (con el consejo de gobierno de los “éforos”) y la democracia (hay una asamblea popular).